La mayoría estaría de acuerdo en que el carácter juega un papel esencial en el liderazgo. Sin embargo, ¿significa eso que los mejores líderes son personas casi perfectas? ¿O los líderes son aquellos que reconocen sus debilidades y permiten que esos puntos débiles sean transformados en puntos fuertes?
Sin que importe dónde desempeñamos nuestro rol de liderazgo —en un equipo deportivo o una oficina destacada, organizando actividades familiares, manteniendo el orden público o enseñando desde el púlpito— todos los líderes se caracterizan por tener carácter, un resultado de haber sido hechos a la imagen de Dios. Asimismo, todos están también estropeados por el pecado y las limitaciones. Sin embargo, los líderes más eficaces son los que abrazan esas realidades conforme Dios los rehace a la imagen de Cristo. El autor y conferencista Dan Allender recurre al humor, los relatos de la vida real y la verdad bíblica para argumentar que todo líder debe tener carácter y ser todo un personaje a la vez. ¿Cómo podemos proclamar la resurrección sin mencionar la muerte y la oscuridad? De igual manera, ¿cómo podemos ser renovados y restaurados sin reconocer la realidad de que estamos dañados? «Es en nuestro quebrantamiento», concluye, «que tenemos nuestra mayor oportunidad para revelar la esencia de la bondad de Dios». Y la mayor oportunidad para mejorar y fortalecer nuestro liderazgo.